La niñez y adolescencia en El Salvador ha sido víctima de diferentes manifestaciones de violencia en el primer trimestre de 2016.
El Instituto de Medicina Legal reporta 266 crímenes de niños, niñas y adolescentes, en diferentes departamentos del país.
Por grupo de edad, dentro de la población menor de 19 años, el grupo más revictimizado son los adolescentes de 15 a 19 años, que totaliza 417 víctimas.
Del 100% de muertes violentas registradas en El Salvador, las personas asesinadas menores de 19 años equivale al 22%.
También se registra el asesinato de tres niños y niñas menores de 4 años que murieron en fuego cruzado o mientras acompañaban a sus padres.
Otros adolescentes y jóvenes han desaparecido o han sido asesinados por vinculaciones a pandillas, ya sea en enfrentamientos con autoridades o víctimas de los grupos delincuenciales.
La Relatora Especial en Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Urmila Bhoola pidió al Gobierno de El Salvador a implementar medidas para proteger a las niñas y mujeres de las amenazas que ejercen las pandillas para someterlas a actividades sexuales y pidió que se haga lo necesario para frenar el reclutamiento de menores para incorporarlos a sus acciones criminales. Exhortó al “gobierno salvadoreño debe de trabajar en estrategias de protección para “los menores involucrados en trabajo peligroso o forzados a llevar a cabo actividades ilícitas para pandillas, así como niñas y mujeres forzadas a la esclavitud sexual por parte de miembros de pandillas”
La ONU ha reseñado que algunas de estas estructuras dependen en gran medida del reclutamiento forzoso para ampliarse y mantenerse. Por lo general reclutan a jóvenes pobres, sin hogar y provenientes de segmentos marginados de la sociedad o de determinados barrios. Los rituales de iniciación se caracterizan por actos violentos y abominables, que someten a los reclutas a soportar violencia física y sexual, así como la comisión de delitos graves, incluido el asesinato. Cualquier deserción conlleva graves consecuencias; las pandillas tienden a castigar severamente a los desertores, incluso con intimidación, amenazas de muerte y agresiones físicas (que a veces se extienden a los familiares del desertor).